Diagnóstico
No existen pruebas específicas para diagnosticar el Síndrome de Tourette, por lo tanto, el mismo se realiza a través de una evaluación clínica. En esta, se indaga sobre el desarrollo de la persona, antecedentes y como se desenvuelve a nivel social, académico y familiar. También existen escalas específicas para evaluar severidad de tics y problemáticas asociadas, como suelen ser el trastorno obsesivo compulsivo, el déficit de atención e hiperactividad, los trastornos de ansiedad y los problemas de conducta y aprendizaje.
Es importante destacar que en Argentina contamos con años de latencia diagnóstica, esto significa que suele pasar un largo tiempo y recorrido por diferentes profesionales hasta que el paciente recibe su diagnóstico. El motivo es fundamentalmente la poca información sobre esta condición y la ausencia de profesionales especializados en la temática.
Para que alguien sea diagnosticado con síndrome de Tourette deben cumplirse los siguientes criterios, que están descritos en el manual de clasificación de los trastornos mentales denominado DSM-5 *:
1. Presencia en algún momento de tics motores múltiples (más de un tic motor simple o complejo) y uno o más tics fónicos
2. Los tics deben haber persistido durante al menos un año, aunque pueden haber aparecido de manera intermitente y no tienen que presentarse todos a la vez
3. El inicio de los tics deber ser anterior a los 18 años
4. Los tics no se deben al abuso de una sustancia o cualquier otra alteración médica
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* American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental disorders, fifth edition. Arlington, VA: American Psychiatric Publishing; 2013
Como los tics en el síndrome de Tourette se inician en la infancia, es habitual que el primer médico en evaluarlos sea el pediatra. Los tics son muy frecuentes en niños en edad escolar y en la mayoría de los casos desaparecen con el tiempo. Por este motivo, es importante que el pediatra sepa que su hijo ha empezado a tener tics, pero es probable que no adopte ninguna medida.
Si los tics duran más de un año o se hacen muy intensos, el pediatra podría recomendar la consulta con un médico especialista.
En este caso, los profesionales más idóneos son los psiquiatras o neurólogos infanto juveniles (en caso de tratarse de un niño). Como se mencionó anteriormente, es fundamental que cuente con formación específica.
La importancia de que el diagnostico sea realizado por un médico radica en que es importante descartar cualquier enfermedad médica antes de realizar el diagnóstico de síndrome de tourette. Muchas veces se solicita una polisomnografía como estudio complementario. Una vez realizado el diagnóstico, los psicólogos expertos en el área pueden llevar adelante el tratamiento de los tics y sus comorbilidades.
Si bien la aceptación del diagnóstico puede implicar un duelo para la persona y su familia, existen múltiples razones por las cuales puede ser beneficioso tener un diagnóstico.
Puede ayudarles a:
– Empatizar con las dificultades de la persona.
– Disminuir el estrés familiar.
– Ayudar a la persona a comprender lo que le sucede
– Acceder a un tratamiento y apoyos adecuados.
– Facilita la comunicación entre los profesionales que intervienen en el tratamiento.
Porque se trata de un conjunto de signos y síntomas cuya causa no es detectable mediante pruebas diagnósticas y no tiene cura. Los síntomas de un trastorno son dimensionales, es decir, un espectro que va de un extremo a otro, pudiendo diferir de persona a persona siendo leve, moderado o severo.
Tratamiento
Es importante destacar que no siempre será necesario abordar los tics, dado que muchas veces estos no suelen generar mayores molestias en la vida de la persona. Sin embargo, algunos pueden resultar egodistónicos ya sea por su impacto a nivel social, así como por las molestias físicas que estos podrían generar. Sin embargo, en general los tics vienen acompañados de comorbilidades que requieren ser atendidas. Algo a tener en cuenta es que los tics suelen mejorar con la edad, pero no así las problemáticas asociadas (trastorno obsesivo compulsivo, déficit de atención e hiperactividad, trastornos de ansiedad, etc). Por este motivo, el primer paso es hacer un seguimiento para controlar la evolución de los tics y de los síntomas que pueden acompañarlos.
Actualmente contamos con dos tipos de abordajes: El tratamiento farmacológico y el tratamiento psicológico. El tratamiento farmacológico actúa sobre los neurotransmisores del cerebro involucrados en esta condición equilibrándolos. De acuerdo a la severidad de los síntomas se determinará si es necesaria la medicación, puesto que es importante evaluar el costo- beneficio de medicar.
Por otra parte, el tratamiento psicológico no posee efectos adversos y por este motivo tiene una tasa de deserción mucho más baja, convirtiéndolo en una excelente alternativa en la mayoría de los casos (aunque se debe considerar si la persona cumple con todos los criterios para beneficiarse del mismo). La terapia con mayor evidencia de eficacia es la terapia cognitivo conductual y, en particular, el abordaje llamado “Comprehensive Behavioral intervention Treatment” o “CBIT” por sus siglas en inglés (tratamiento de intervención conductual comprensivo) que radica en aprender a registrar la sensación previa a la aparición del tic y realizar una conducta incompatible con el mismo cada vez que éste está por ocurrir, complementado con psicoeducación, intervenciones ambientales y técnicas de relajación.
El tratamiento combinado (psicológico más farmacológico) también puede ser necesario en algún punto del seguimiento.
Existen otras terapias alternativas para el síndrome de tourette y los trastornos por tics como dietas específicas, homeopatía, etc. Que no cuentan con evidencia empírica de eficacia.